PEPE AGUILAR: VENIR PARA QUEDARSE

  • Tardó 20 años en ofrecer su espectáculo uno de los máximos exponentes de la música regional y romántica de México.
  • Para recordar que este género es, sin que nadie lo resalte como se merece, una muestra irrefutable de sentimientos musicales compartidos con Chile.
  • Emocionante show de la dinastía Aguilar, con los hijos del artista: Angela y Leonardo.

El propio artista, emocionado, diría después de dos horas y media de show que estaba sanamente perplejo con lo que había pasado esa noche, exactamente la del 11 de octubre de este año en el Movistar Arena de Santiago de Chile.

“Fue como si fuera una de mis primeras veces en un escenario,  y lo digo porque son décadas de muchísimos espectáculos…; y yo con un nerviosismo de principiante… Porque es como si viajara también en el tiempo cuando mi padre cruzaba fronteras con su música”.  A Antonio Aguilar se refiere José Antonio Aguilar Jiménez, Pepe Aguilar, heredero de una tradición tan única como extraordinaria. Es que lo que dejó el espectáculo de la familia Aguilar no es algo recurrente en nuestro país.

Bien escribe con certera pluma  Mario Vargas Arévalo, músico y licenciado en letras:

“Chile, a principios de la década tenía cerca de 250 salas de cine a lo largo del país, desde los cines de la luminosa Antofagasta a los teatros de plazas de pueblos pequeños. El país también contaba con una sana estructura ferroviaria que conectaba al país de pies a cabeza (con esto quiero decir que, si bien la centralización siempre ha sido un tema, al menos con esa estructura había una conexión medular que nos hacía un todo). El cine se había convertido en un atractivo pasatiempo, y con la llegada de las películas mexicanas, que no necesitaban ser dobladas (un importante porcentaje de la población que no leía ni escribía disfrutó con las películas en su propio idioma), comenzaba lentamente una invasión cultural sin precedentes.

Imaginémonos al trabajador rural. Tenida de domingo, después de misa, al cine. Se encuentra con historias que lo identifican, héroes a caballo defendiendo al pueblo oprimido, cantares de revolución, señores como Pedro Infante, Jorge Negrete, Vicente Fernandez, Antonio Aguilar. Damas de la talla de María Félix, Rosario Granados o Carmelita González. Canciones que llenan el teatro. Canciones que se quedan en la cabeza. Desde ese momento, la ranchera ya es parte del todo que llegó e hizo sentido en su propia idea de la vida, convirtiéndose en parte de ella. Hablaba de su propio pasar, del de sus vecinos, de lo que le rodeaba día y noche”.

Ese Chile profundo, de costumbres y romances, de baladas y sentimientos, de historias de amor y desamor, colmó  un recinto para festejar esa primera vez de su ídolo de tanto tiempo. Con  la familia transversal desde niños hasta abuelos vestidos de fiesta para la ocasión. Pepe Aguilar asentado en su notable mariachi, viajado desde México completo y sonoro, para acompañar 27 canciones en un repertorio que fue desde “Por una mujer bonita”, “Directo al Corazón”, pasando por “No vale la pena” y “Costumbres”; desgarrando un “El Rey” dando paso a un coro multitudinario. Y con ello como en la canción “Tu sangre en mi cuerpo” la aparición de Leonardo Aguilar y su estremecedora versión de “Angel para un final” o de Angela Aguilar y su rutilante “Llorona”. Un desenlace de  pañuelos y pancartas al viento para “Por mujeres como tú” o “Cruz de olvido” o “2 de la mañana”, canciones otra vez de esa esencia que describe inmejorablemente Vargas Arévalo: “Como un caballo de Troya, la música mexicana entró por donde menos se le esperaba y se hizo un lugar en espacios radiales, festivales y reuniones”.

Fue una noche en que este género musical tuvo un momento estelar, ese que esquivan reconocer de manera concreta los medios de comunicación; pero que tiene como se ha escrito mil veces una popularidad ´”subterránea pero ruidosa”, enorme, que ha tenido exponentes muy grandes en Chile, reflejado en millares de discos y festivales que, ahora, con el desembarco de Aguilar abre un portal de insondable futuro. No en vano remataba con sorna “Don Pepe”, como también le buscan: “Tardé 20 años en llegar hasta acá… ahora se van a aburrir de verme”.

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