¡GRACIAS, MAESTRO!

Un espectáculo completo, inolvidable, que le rinde homenaje profundo y agradecido a la música y a quienes la estudian con vocación única -los 64 integrantes de la Orquesta Filarmónica de Chile- presentó Raphael en un atiborrado Movistar Arena, que colgó hace semanas un cartel de “agotado”.

Idolatría de un público que llevó discos de vinilo esperando un autógrafo, hasta aquel nieto que fue capaz de sorprender a padres y abuelos invitándolos a una noche que les quedará para la posteridad. Reflejo, al fin, de la idolatría que al menos tres generaciones de chilenos tienen con este artista (palabra que debería quedar reservada a aquellos que se elevan a ser mucho más que un cantante) reafirmada en esa danza de melodías en instrumentos de vientos, cuerda y percusión que el icónico español supo hilvanar hasta provocar lágrimas del público que llegó disfrutar del imponente show “ReSinphónico”.

Fue la séptima visita de Raphael a esta Arena (2009-2011-2012-2015-2017-2018-2022), un verdadero récord, ahora con este aclamado espectáculo, el mismo que ha presentado en los mejores escenarios del mundo y el que mostró en la Quinta Vergara en 2019.

En esa ocasión, el “Ruiseñor de Linares” se bajó del escenario con dos Gaviotas: una de Plata y otra de Oro, además del aplauso y reconocimiento de todos lo que estaban allí. Fue una jornada suntuosa, marcada por la maestría y la emoción.

 

Y lo vivido en el Movistar Arena, hace unos momentos, no fue muy distinto.

A sus casi 79 años, esta leyenda viva de la música en español se adueñó espléndidamente del escenario. Se impuso de inmediato con su figura delgada, vestido siempre de negro y con el oficio de un maestro que tiene todo bajo control.

Así, cada día de los casi dos años de espera para ver este espectáculo, fueron remitidos rápidamente desde los primeros acordes del show, que comenzó con “Ave Fénix”.

De ahí en adelante fue presenciar una verdadera clase magistral de la mano de uno de los artistas españoles más grandes e importantes de todos los tiempos, que paseó a los asistentes por todos los estados posibles: le cantó al amor, los llevó por los caminos de la nostalgia, les recordó la amargura de las heridas del amor, se vio a un hombre altivo, al orgulloso y al despechado; también al eterno enamorado. Porque la noche estuvo plagada de los éxitos que se llevan bajo la piel y que son parte de la historia musical de Hispanoamérica, las que todos cantan casi por inercia.

En las más de dos horas de concierto, ofreció una playlist de lujo, con temas como: “Vivir así es morir de amor”, “Mi gran noche”, “Volveré a nacer”, “Yo sigo siendo aquel”, el tango “Nostalgias”, “Que nadie sepa mi sufrir”, “Gracias a la vida”, “Adoro”, “Resistiré”, “Qué sabe nadie”, “Escándalo”, “Yo soy aquel” y el himno romántico “Como yo te amo”.

Describir la emoción del público, lo espléndido del concierto, la maravilla que aún es su voz y las ovaciones de la gente, incluso de pie, es casi imposible sin caer en las obviedades. Porque en realidad fue show magnífico, de esos que erizan los pelos, protagonizado por un gigante de la música hispana que esperamos volver a ver una y otra vez.

Gracias, maestro.

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